Hoy, junto a mi hermana, lanzo un nuevo proyecto lleno de ilusión.
Y sí, claro que estoy nerviosa, no puedo negarlo. A pesar de escribir en cantidad de ocasiones, con público, o para mí sola, esta vez es muy diferente, esta vez es para ti. Alguien a quien no conozco y sin embargo me encantaría poder hacerlo algún día.
Os presentamos «a lela» una tienda física y online de productos gallegos seleccionados por nosotras. No estarán todos, pero sí aquellos imprescindibles en nuestros días especiales. Y sabemos a ciencia cierta que a ti también te gustarán.
Ya sabes que Galicia, está caracterizada por su gastronomía ejemplar, por su indiscutible y reconocida marca «Galicia Calidade» por lo que desde hace ya algunos años atrás, las calles de las grandes ciudades se autoelogian vistiéndose de negocios con toldos de Galicia gourmet, estoy segura que conocerás muchos y muy buenos.
Pero a lela, nace no para ser una tienda más, sinó para ser la tienda de los momentos únicos, esos momentos en que te reúnes con tu familia y amigos, esos momentos llenos de abrazos infinitos, risas contagiosas y anhelos incontrolados.
Aún lo recuerdo cómo si fuese ayer, hace ya 22 años. Estábamos comiendo como un domingo más, mis padres, mi hermana con 23, mis dos hermanos con 20 y 18 y yo con tan sólo 12 años.
Y sin esperarlo mis padres tenían noticias nuevas. «Queremos montar un restaurante, lo haremos en la casa de la aldea y nuestra ilusión será que nos acompañéis y construyamos un futuro todos juntos»
Ahí empezó todo. Juntos derribamos paredes, pintamos y un largo etc..
En el 2001 abrimos Lembranza Orixe, un restaurante enxebre en San Amaro, una pequeña aldea rodeada de la D.O Ribeiro donde a día de hoy seguimos ofreciendo una carta tradicional, como el primer día, llena de cariño y sabor, acompañada del mejor vino.
Con más de 20 años de trayectoria nadie nos contó que de un día para otro, algo totalmente desconocido llamado Corona virus pudiese hacer tambalear cada ladrillo de nuestro negocio, de nuestra casa, de nuestros sueños, futuro, en definitiva, de nosotros mismos.
Se nos paró el corazón, así de cuajo, sin previo aviso. Siete meses desesperados en busca de una segunda vida, reinventarse o morir, así de cierto.
Empecé a vender el stock de vino del restaurante desde casa para seguir ingresando y un día dije: esta es nuestra segunda vida.
Convencida de que no podríamos reanimar el restaurante, me enfoqué en vender los productos de primera calidad que utilizábamos para trabajar.
Gracias a ésto, no sólo nos dimos una segunda da vida sinó que pudimos reabrir el restaurante familiar, ahora también con tienda física.